miércoles, 7 de septiembre de 2011

Techo de déficit público especificado en la constitución Parte 2 (Por Miguel Rodríguez Baras)

El caso es que teníamos un coche que no andaba. Y el estado estaba gastándose una pasta en rescates, obras públicas y demás en empujarlo. Bueno, pues cuando aún no anda, el estado, agobiado por su falta de credibilidad para recibir créditos, deja de empujar. Mejor aun, contiene sueldos de funcionarios, abandona proyectos que planeaba, retira subvenciones y subsidios que concedía, y demás cosas que no ayudan nada a reactivar la economía, más bien ayudan a que se estanque o disminuya. Por ello hemos vuelto a ver en los periódicos que vuelve el miedo a la recesión, esto es, a la disminución de la actividad económica, subida del paro y demás eslabones de la cadena autoalimentada. Por cierto, cuanta menos actividad económica, menos impuestos recauda el estado, y más subsidios de desempleo (paga a los parados) tiene que emplear, por lo que más puñetero lo tendrá para ser creíble como deudor, pero bueno.



No soy un experto en economía, pero hay dos propuestas generales, la de intervención y la de desrregulación, para salir de las crisis de este tipo. Cualquiera que lea periódicos dirá que mentira, que hay solo una: “dar confianza a los mercados” o “dar confianza” sin más. Ok, pero para esto de animar a consumidores, productores y prestamistas a lanzarse de nuevo al ruedo hay dos propuestas. Una la keynesiana, el estado se endeuda para empujar el coche, pone dinero en lo alto de la mesa y seguro que los demás se animan a cogerlo y ponerlo a rodar por la sociedad, revitalizando la economía. Bueno, pues ésta es la que pretendemos prohibir por ley. Techo al déficit público significa estado no se endeuda (o se endeuda muy poquito) y por tanto no recurre a poner dinero en lo alto de la mesa (ojo, habrá quien dirá que poner tope al déficit no significa no poner dinero, significa no poner una locura, y es cierto que algunas instituciones gubernamentales han gastado una risa de pasta, pero bueno). Eliminada la solución keynesiana de estado se endeuda para empujar economía que luego ya se pagará, queda la otra. “Crear condiciones favorables para la inversión”, esto es dejar el país de modo que a los empresarios les apetezca mucho crear y crecer empresas porque las expectativas de beneficio serán muy altas. Y como las expectativas de beneficio serán muy altas, los bancos prestarán todo el dinero que se necesite y más. ¿Cómo se hace para que las expectativas de beneficio sean aún mayores (recordemos que las grandes empresas siguen registrando grandes beneficios) que ahora? Pues hay muchos métodos, pero se resumen bien en el título de la propuesta, desrregulación. Simplificando: Eliminamos o reducimos la legislación sobre medio ambiente para que las empresas gasten menos en no hacer guarraditas en el campo. Eliminamos o reducimos la legislación en procedimientos administrativos para no hacer gastar a la empresa más tiempo y dinero en burocracia. Y así muchas legislaciones. Pero hay dos que por su importancia y recurrencia son más importantes; laboral y fiscal. La laboral; nos cargamos o reducimos las leyes que hablan de compensaciones por despido, salarios mínimos, negociación colectiva, horas extra, etcétera, lo que se viene a resumir en que permitimos que las empresas paguen menos a sus trabajadores. Puede que alguien pregunte si eso de que las familias tengan menos dinero no será malo para la actividad económica, porque si las familias no tienen dinero para gastar a quién le venden las empresas sus cosas. Y yo diría “Pues sí, o algo se me escapa o es malo”. Habrá que poner en la balanza si el beneficio y el daño que se le hace al conjunto de la economía compensa o no. De justicia social mejor no hablemos, sería más largo y no estamos hablando de eso ahora. Y después está la legislación fiscal, que si a alguien no le suena, es la legislación de pagar impuestos. Pues eso, se reduce (sí, alguna hasta se elimina, como el difunto impuesto al patrimonio que se cargó el PSOE) la legislación sobre los impuestos que pagan las empresas, de modo que suban sus expectativas de beneficios. Puede que alguien pregunte si eso de recaudar menos impuestos no es malo para el tema de la credibilidad del estado para pagar sus deudas, por no hablar de la capacidad del estado para gastar en cosas más o menos útiles. Pues misma respuesta, sí que es malo, de nuevo habrá que echar mano de la balanza. En fin, sobre qué puede suponer exactamente esto de crear medidas favorables para el empresario se puede decir mucho y algo hemos aprendido en los últimos años, y es seguro que a partir del 20-N iremos aprendiendo mucho más. He procurado quedarme en lo económico, sin hablar de impactos sociales de medidas y situaciones, ni de lo justo o injusto. Ni he dicho nada de teorías más alternativas, menos ortodoxas y respetuosas con cómo se organiza la economía ahora (las antisistema, vaya). Aun así, a pesar de que todo lo que te digo te lo digo porque creo que es cierto, no te va a costar leer artículos que digan cosas distintas. La verdad es que también es muy frecuente ver estas ideas, no son minoritarias.

2 comentarios:

  1. Oye pues está bien enterarse un poco de qué va la cosa.

    He oído que hay posibles situaciones que serían un serio problema con el techo de gasto aprobado, como por ejemplo una guerra, catástrofe o cualquier otro escenario que necesite de forma irremediable un aumento del gasto por parte del estado.

    ¿Qué hay de eso? ¿En esos casos habría que modificar la constitución a toda prisa?

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