Pues sí, así es. Es cierto que entre unas cosas y otras ya tengo una pequeña colección de casi-muertes, pero nunca me habían ocurrido dos de forma tan consecutivas.
La primera fue el día 15 de noviembre, día de San Alberto Magno, patrón de las ciencias y, por lo cual, día no lectivo para los que las estudiamos. En principio no había clase, digo en principio porque luego empecé a tener ciertas dudas, ya que aquí en Salamanca ese es el día de las novatadas, pero se había cambiado para que cayera en jueves, de forma que el jueves no iba a haber clase (y el viernes tampoco porque la gente iba a seguir borracha), pero no había quedado muy claro si el día no lectivo del lunes se trasladaba al jueves o el del jueves era adicional (como sin duda lo era el del viernes). Yo pensaba que no había clase, pero Curro me convenció de que sí, así que al final acabé yendo con Ángel (un amigo de Sevilla que había venido a visitarnos) a la facultad porque le hacía ilusión ver cómo daban las clases.
Cuando llegamos estaba cerrada. Curro nos la había jugado y lo peor de todo es que se había quedado en la cama.
Como ya estábamos ahí aproveché para enseñarle a Ángel algunas cosillas de la zona, como por ejemplo la dichosa rana de la fachada del edificio original de la universidad. Después de un rato, tuve que decirle dónde estaba porque empezaba a hacer frío y por delante de nosotros solo pasaban grupos de jubilados que la veían al instante.
Una vez vista, decidimos volvernos a casa.
Bueno, pues estábamos pasando por la calle que hay entre la universidad potificia y la Casa de las conchas y de repente escuchamos un golpe detrás de nosotros proveniente de las alturas y nos giramos a tiempo para ver cómo un bloque de piedra de unos 30x20x10 centímetros (aproximadamente) se estrella contra el suelo haciendo un ruido brutal y dejando el suelo lleno pedazos de roca (yo tengo uno en casa).
A nosotros nos pilló unos metros por detrás, pero había una pareja a la que no pilló de puro milagro.
Entonces me di cuenta de que si hubiera tardado un par de segundos más en decirle a Ángel dónde estaba la rana quizá otro gallo cantaría... o no.
Aquí está la noticia
Por cierto, fui yo el que llamó al 112 (nunca lo había hecho antes) porque después de un rato, cuando ya se hubo ido toda la gente que había presenciado el hecho, la gente pasaba por ahí tan normal, diciendo cosas como: “mira, se están cayendo trocitos de la fachada”.
La otra vez que casi muero fue el viernes 26 de noviembre y fue en un circuito de Karting. A decir verdad, mi trayectoria con los karts siempre ha sido algo accidentada (nuca mejor dicho), pero en este caso las cosas eran diferentes, ya tenía el carnet y ya sabía manejar bien un coche, así que nada, me monté sin temor alguno en uno de los coches y me puse a dar vueltas con mis primos.
Ya había dado varias vueltas al circuito cuando de repente noté que algo me tiró intensamente del cuello para atrás, ahogándome. En un nanosegundo mi cerebro concluyó lo que pasaba y me hizo picar el freno. Sí, efectivamente, el pañuelo que llevaba al cuello se había liberado y se puso a ondear hasta que se topó con la rueda trasera del kart. Por cómo eran los tirones, por las manchas del pañuelo y porque sigo vivo supongo que no se quedó enganchado en la rueda sino que iría arrastrándose por el suelo y la rueda lo pisó y patinó, haciendo que me tirara del cuello para atrás. Estuvo cerca, pero nada más. Aquí tenéis la prueba del hecho:
Cuando se lo conté a mi tía se rió mucho diciendo: “Habría sido como Isadora Duncal pero con menos carisma” pero cuando ésta se lo contó a mi madre a ella no le hizo ni puta gracia.
Bueno, pues estas son las dos formas de casi-muerte que he tenido en apenas 10 días, con las cuales espero que todos hayamos aprendido algo:
Si oyes un ruido en la calle que viene de arriba, corre al edificio que te parezca más nuevo.
Si vas a conducir un kart o un descapotable, no lo hagas con un pañuelo/bufanda que te pueda matar.